domingo, 20 de enero de 2013

Relato de misterio: El camafeo de plata

Carolina, Sebas y Nuria eran tres amigos que iban paseando por las orillas del río Arlanzón mientras hablaban de la nueva película de Tom Cruise:

-Me encantó esa peli, sobre todo en la que parte que Tom Cruise va a rescatar a la chica a la mina - dijo Carolina.

Carolina era una chica alta y delgada. Tenía el pelo castaño con mechas rosas. Extremadamente soñadora, tenía su futuro prácticamente planeado. Estudiaría en la mejor universidad para luego conseguir el mejor trabajo posible y formaría una familia.

-¿¡A qué si!? Esa parte me flipó- le contestó Sebas.

Sebas sin embargo tenía un futuro incierto. Era el típico guaperas rompecorazones. Era alto, tenía el pelo castaño oscuro, liso y los ojos color almendra. No sabía que quería ser aún, aunque destacaba en las ciencias. Siempre sacaba matrícula de honor. Le encantaban  los cómics y las películas de acción y a diferencia de los demás chicos de su edad, no era muy aficionado al fútbol.

-Yo aún no he visto la película, pero tiene buena pinta. Convenceré a la peña para ir a verla- comentó Nuria.

Nuria era una joven de mediana estatura que tenía el pelo rubio, rizado y los ojos verdes. Le encantaba el teatro y había salido de extra en numerosas series televisivas e incluso en una película.

Un día, Carolina y Nuria empiezan a dar de lado a Sebas sin ser conscientes de lo que estaba a punto de acontecer.

Habían quedado junto a la estatua de "La Castañera", en el Jardín del Templete, situado en el Paseo del Espolón. Era una calle paralela al río Arlanzón que se encontraba en el centro de Burgos, por lo cual era una calle muy transitada y admirada por los árboles de ramas entrelazadas. Sus edificios estaban muy limpios y sus fachadas eran de color blanco y beige. Aquel día habían quedado para darse los regalos de Navidad.
Nuria y Sebas llevaban 20 minutos esperando a Carolina, que vivía en la otra punta de la ciudad y venía andando.
-¡Uf! Por fin he llegado. ¡Lo siento chicos!- dijo Carolina con una sonrisa en la cara.
-Bueno, ¿empezamos ya con lo de los regalos?- sugirió Nuria, ya que estaba muy nerviosa.

Carolina le entregó a Nuria un paquete de color azul turquesa, que al abrirse dejó entrever una camiseta de los Rolling Stones. Nuria chilló dando saltitos de alegría:

-¡Gracias, gracias, gracias! ¡Me encanta, me encanta, me encanta!- Nuria posó con la camiseta.

Ahora era el turno de Nuria. Nuria le regaló a Sebas el disco de su banda favorita, Foster The People.

-¡Nuria! ¡Jajaja! Te amo- Nuria no se lo tomó demasiado en serio y bromeó con esto.
-Anda tontín, si es un detalle de nada- le dijo guiñándole un ojo.


Sebas le dió una cajita pequeña envuelta con un papel que tenía dibujos de muffins y cupcakes.

-Toma, guapa, para ti- a Carolina no le dió tiempo a ponerse colorada.

Abrió la cajita, que escondía un precioso colgante de plata con forma de almendra que tenía detalles de flores y animales.

-¡Muchas gracias!- canturreaba Carolina.

Después de esto se dirigieron a tomarse un refresco a una cafetería y más tarde volvieron a su casa. Por la noche, Carolina se puso a examinar el colgante:
Le encantaban los detalles de flores silvestres que le recordaban a su pueblo y a lo bien que se lo había pasado este verano con su amiga Ainara.

De repente, descubrió una pequeña raya en la mitad del colgante y que parecía entreabierta. Carolina salió de expedición de su cuarto al pasillo en busca de la caja de herramientas. Tras haber probado con todos los tipos de herramientas que su padre parecía coleccionar, el colgante se abrió.

Resultó ser un camafeo que dentro contenía un mensaje que a Carolina no le dio tiempo a leer, pues se desmayó. Sus padres ya estaban dormidos, ya que eran las dos de la mañana y al día siguiente era lunes, con lo cual, sus padres no se dieron cuenta.  

A las cuatro de la mañana de ese mismo día, un vecino alertó a la policía de que un extraño gas se expandía por el edificio. Al poco tiempo, los bomberos estaban evacuando a la gente del edificio. Cuando llegaron al 6ºB, en una de las habitaciones habían encontrado una chica tendida sobre su cama y no respiraba.
Carolina estaba muerta. 

El edificio había quedado precintado y solo podía entrar la policía científica y los forenses. Descubrieron que el foco de donde procedía el gas venía de la habitación de Carolina, en concreto, del camafeo.

Los principales acusados estaban sentados en el banquillo:
Sebastián y el vendedor del colgante, que se llamaba José Pérez. Su señoría, el juez Álvarez Gómez llamó a declarar a Sebas. Él insistió en que el colgante/camafeo lo había comprado en la joyería de la calle Diego Laínez el día 18 de diciembre y que él no había abierto la caja del colgante siquiera. Simplemente, la había envuelto en el papel de regalo. 

El juez llamó a declarar a José Pérez. Trabajaba en la joyería de lunes a viernes desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche y declaró que nunca, remarcando esta palabra, nunca había manipulado esta mercancía a salvo de para mostrársela a la clientela.

La policía científica subió al estrado y comenzó así su declaración:
-Buenos días señoría. Para empezar, me gustaría comentar que nuestras recientes investigaciones y la autopsia realizada a Carolina Linares Hernández nos han llevado a la conclusión de que la joven murió debido a la cantidad de gas acumulado en su habitación. El gas era un compuesto venenoso de cloro y por lo que uno de los testigos me ha comentado, Sebastián ha podido tener acceso a este gas, ya que el trabajaba con diferentes tipos de gases en su laboratorio.

El juez volvió a llamar al estrado a Sebastián. Él, que ya se había hartado de estos cuestionarios, confesó los hechos acontecidos el 18 de diciembre.
-El día 18, cuando llegué a mi casa, se me ocurrió la idea de usar el colgante como objeto de venganza. Así que, me dirigí a mi laboratorio y empecé a idear una mezcla de gases que metí dentro del camafeo y que sellé con un soldador para que fuera difícil o imposible de abrir. El día 19 fue el día que nos dimos los regalos y yo no pensaba que Carolina fuera a encontrar el hueco tan pronto e intentará abrirlo.

Todos los testigos, incluido el juez, quedaron con la boca abierta. El juez condenó a Sebastián a 25 años de condena, de los cuáles, pasaría 4 años en un reformatorio y después iría a la cárcel. 

Cuando todo esto hubo acabado, enterraron a Carolina para que pudiera descansar en paz y recibía la visita de su fiel amiga Nuria al menos una vez al mes, que le traía un ramo de sus flores favoritas: las margaritas.



                                                   Fin.